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Leyendo… ‘Fundación’ (‘Foundation’; 1951), ‘Fundación e Imperio’ (‘Foundation And Empire’; 1952) y ‘Segunda Fundación’ (‘Second Foundation’; 1953), de Isaac Asimov.

2 julio 2008

por Atreus.

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Como mencionamos en nuestro post de homenaje a Arthur C. Clarke tras su reciente fallecimiento, Isaac Asimov era, al igual que Clarke, un científico que escribía Ciencia-Ficción.

En la gran mayoría de sus obras, el autor establecía las historias en torno a uno o varios conceptos científicos para tratar de explorar sus fantásticas posibilidades, tanto positivas como negativas, de cara a posibles futuros de la Humanidad, utilizando para ello las altas dosis de deducción y lógica propias de un divulgador científico de su clase. Así, en su bibliografía podemos encontrar elementos como las famosas “Tres Leyes de la Robótica” de sus numerosos relatos de robots, los seres habitantes de universos absolutamente diferentes al nuestro de libros indispensables como Los Propios Dioses, o el concepto que creó y desarrolló en la serie de libros que hoy nos atañe: la psicohistoria, bastante emparentada con la ciencia que actualmente conocemos como matemática del caos.

PhotobucketCatástrofe planetaria: ¡la tierra contra el cabezón de Asimov!

Isaac Asimov, nacido en 1920 en la URSS y llegado a los Estados Unidos tres años después, comenzó dentro del género literario como mero aficionado cuando, con ocho o nueve años, lo descubrió gracias a las publicaciones pulp de la época, llegando a vender su primer relato siendo apenas un adolescente. Tanta reputación se había ganado antes de completar sus estudios, que cuando con 28 años se presentó ante un tribunal para exponer su tesis con la que consiguió el doctorado de bioquímica en la Universidad de Boston, se dice que casi la mitad de las preguntas que le fueron formuladas giraban en torno a los conceptos científicos que planteaba en sus relatos. Habiendo conseguido la cátedra de bioquímica en dicha universidad, Asimov dividió su tiempo entre la investigación científica y su gesta literaria, que al final de su vida en 1992 superó las quinientas obras, no todas ellas de ficción, sino también de ciencia y de historia, y con las que se convirtió también en uno de los divulgadores científicos más populares.

Tanto Clarke como Asimov, pertenecen a esa sub-división dentro del género conocida como Ciencia-Ficción clásica o “dura”, aquella cuyos elementos científicos suelen conllevar la mayor coherencia y verosimilitud posibles. Con todo, su estilo literario difiere enormemente del de otros autores como el mencionado, quien a la hora de narrar sus historias recurría más a la riqueza del lenguaje y las formas poéticas. El estilo de Asimov, tan válido como el de los demás por lo efectivo que resulta para sus historias, es por el contrario más directo y conciso, de una simpleza sólo aparente, y nunca excesivamente descriptivo, dibujando situaciones, personajes o escenarios con tan sólo los trazos necesarios y dejando más libertad al lector a la hora de imaginar mentalmente lo que lee, concediendo de esta forma más importancia a la narración de sus historias y a la mencionada lógica con que se mueven todos sus engranajes.

Su primera obra de la Trilogía de La Fundación, pese a haber sido editada en un volúmen por primera vez en el año 1951, tuvo una más temprana publicación por capítulos en la revista Astounding Science Fiction (dirigida por el también autor John W. Campbell) entre los años 1942 y 1944. En ella y en los dos siguientes volúmenes, basándose en nuestro pasado (especialmente en la caída del Imperio Romano), Asimov gestó uno de los más apasionantes futuros del género, que le reportó en 1966 el premio Hugo a la mejor serie de Ciencia-Ficción de todos los tiempos y el reconocimiento mundial como su obra más emblemática.

A partir de los años ochenta, seguramente incitado por motivos comerciales, el autor escribió más continuaciones de esta primera trilogía, e incluso dos precuelas (amén de existir otro buen número de libros escritos por autores de segunda bajo la cuestionable etiqueta de “los herederos de Isaac Asimov”, o algo asín). Son libros que no he leído, pero es prácticamente unánime la opinión de que la historia que verdaderamente merece la pena por su originalidad y por motivos literarios, es la narrada en esta trilogía auto-conclusiva.

PhotobucketHari Seldon, la figura más importante de La Fundación.

El panel que se nos presenta de lleno cuando leemos las primeras páginas de La Fundación es el de un inmenso y poderoso Imperio Galáctico de apariencia fuerte y cohesionada. Un científico llamado Hari Seldon, no obstante, calcula gracias a la ciencia conocida como psicohistoria, que el Imperio se encuentra en un proceso pleno de decadencia provocado por serios conflictos internos. Dicha ciencia, formulada por el propio Seldon, consiste en la predicción estadística de los grandes movimientos de masas humanas en el futuro por medio de complicadas fórmulas matemáticas. Gracias a esta complejísima ciencia (maravillosamente concebida y explicada por Asimov), Hari Seldon prevé con exactitud la progresiva caída de todos los estamentos sociales, políticos y económicos del Imperio Galáctico en un proceso imparable que, al igual que sucede en el más fuerte de los árboles cuando comienza a pudrirse desde dentro, se encuentra tan avanzado que resulta imposible detenerlo.

Con todo, Seldon concibe un plan consistente en establecer, en un lugar remoto de la Galaxia y lejos del núcleo de influencia del Imperio, una Fundación constituida por científicos de toda índole que siga, a lo largo de los siglos venideros, el orden exacto de piezas calculado por Seldon a través de la psicohistoria, y suponga una fuerza que consiga contrarrestar los efectos progresivos del colapso galáctico, con el objetivo último de que el tiempo de barbarie y caos absoluto imperante entre el fin del Imperio y el nacimiento de un segundo Imperio sea, “tan sólo”, de unos mil años en lugar de un porrón más.

A través de este primer volumen de la trilogía, y por medio de diferentes personajes e historias ambientadas en numerosas épocas (tal es la estructura de los tres libros), vemos cómo esta Fundación va dando sus primeros “pasitos de bebé” al tiempo que se enfrenta a diversos avatares a lo largo de los sucesivos siglos. Lo original de la historia y lo bien que está llevada página tras página es algo que, sin duda, sorprenderá a cualquier lector e incrementará su interés hacia los siguientes dos libros.

El segundo volumen, Fundación e Imperio, continúa mostrándonos una Fundación cada vez más fuerte y expandida como potencia comercial, una galaxia al mismo tiempo más dispersa en núcleos bárbaros e independientes, y un Imperio fragmentado y recluido dentro de su núcleo, pero todavía con una fuerza militar considerable, y todo esto siguiendo con las enormes dosis de lógica y razonamiento del primer libro. Sin embargo, en la segunda mitad de este volumen se nos presenta al Mulo, un ser resultado de una inesperada mutación que le dota de potentes poderes psíquicos, y que supone una verdadera amenaza invisible e inesperada para la Fundación, pues la psicohistoria, al tratar sus estadísticas matemáticas sobre grandes movimientos de aglomeraciones humanas, jamás podría haber anticipado las acciones de un solo individuo fuera de lo normal.

En este segundo libro, la historia pierde una parte de su credibilidad científica en el momento en que Asimov introduce el elemento “para-científico” de turno, representado por el Mulo y su poder mental. Pero esto se consigue compensar con unas altas dosis de misterio que van enganchando a los lectores más y más, potenciado todo ello por un clímax final que es absolutamente sublime.

Segunda Fundación, el tercer y último volumen de la trilogía, sigue los obsesivos pasos del Mulo y de la Fundación original en su búsqueda de la Segunda Fundación, que fue constituida en secreto por Hari Seldon como apoyo al Plan Seldon, situada en algún punto del otro extremo de la Galaxia, y cuya existencia se nos revela realmente en el primer libro.

En este último tercio de la historia, el elemento fantástico y para-científico introducido en la segunda mitad del libro precedente sigue estando no sólo presente, sino también mucho más asentado, al fundamentar en él la mayor parte de los acontecimientos que nos narra. Pero Asimov sabe exponernos estos elementos desde un punto de vista objetivo (dentro de los márgenes posibles, por supuesto) que hace que lo consigamos asimilar sin problemas como “posible” y continuemos disfrutando del ejemplar ejercicio de lógica y deducción de la serie, conduciéndonos poco a poco hacia una sorprendente revelación final (en un último capítulo que, pese a todo, peca de ser demasiado explicativo).

En definitiva, la Trilogía de La Fundación, es una de las obras más entretenidas y originales que han caído a mis manos en mucho tiempo. En buen grado, la mencionada inclusión de los elementos para-científicos en una historia que hasta ese momento se regía tanto por el objetivismo científico puede llegar a chocar a los lectores con más experiencia en este género, pero el equilibrio conseguido entre los justos componentes fantásticos y las dosis de ciencia y lógica han hecho de esta trilogía de libros, que creó escuela en su tiempo, una obra maestra digna de admiración.

Una lectura más que recomendada para todos aquellos quienes quieran descubrir no sólo la cima de la obra de Isaac Asimov, sino también una de las cumbres de este importante género literario, todavía insuficientemente reconocido, y el más particular de los tiempos en que vivimos.

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Disponibilidad: ediciones de bolsillo de Plaza & Janés en cualquier librería y a precios tremendamente asequibles, y en ediciones más grandes y a mayores precios en la colección Solaris Ficción de La Factoría de Ideas.

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